Muralla Íbera o Castillo de Ibros
Ubicada en el antiguo barrio de “El Señorío”. Se cree que su realización se empezó en el S.III y II a.C con lo que corresponde a época Ibérica, a la que se le compara con algunas construcciones de Boecia, Samos y Micenas, defendía la zona más vulnerable y cercana a los cauces del agua. La muralla que hoy vemos, ha perdurado hasta nuestros días como un importante elemento arquitectónico de la cultura íbera. En su origen estaban unidas sin argamasa, estos sillares están perfectamente ensamblados.
Parece ser que las defensas de la población estaba constituida por una cerca y un pequeño castillo, en el que se reutilizó la muralla ciclópea.
Por un privilegio de Felipe IV del siglo XVII en el que se señala que sólo quedaban la muralla y su cerca y dos torres descubiertas.

Mide 3 metros y medio y sólo se conserva una esquina de 12 y 13 m de largo. Se cree que medía 1 metro o 1’50 más de alto.
Su grosor podría indicar la existencia de un camino en la parte superior de la misma para la vigilancia, complementandose con torres que delimitaban la estructura y que demuestra la importancia que Ibros tuvo para mantener el control del Valle del Guadalquivir por parte de la civilización íbera aparte de tener visión directa con toda la zona de Cástulo.
En estos tiempos, los romanos ya se encuentran en aquellas tierras y se imponen nuevos modelos de ocupación, en los que parece que estas grandes estructuras defensivas se corresponden con sitios estratégicos que delimitan y controlan territorios, caminos, fuentes de agua e incluso campos de cultivo.

Se empezaron a llamar Ciclópeas, porque según la leyenda fueron construidas por Cíclopes, estos eran seres mitológicos que solamente tenían un ojo y eran de gran tamaño y muy fuertes, estas grandes piedras están formada de roca arenisca y disponen de unas entalladuras en las que encajan con toda exactitud unas a otras. Cuenta la mitología que los cíclopes eran grandes artesanos y constructores, durante la Edad Media se empezaron a encontrar grandes murallas de grandes bloques por lo que se le empezó a llamar como “Murallas Ciclópeas”. Esta muralla, junto con la ermita de Santa Ana de Torredonjimeno, constituye las muestras más antiguas de fortificación de la provincia de Jaén.
En el año 1647 el rey Felipe IV realizó la concesión de la alcaldía del considerado por aquel entonces castillo de Ibros a Juana Rus y Arcos, y en ella se documentaba que el castillo al ser muy antiguo se había hundido su habitación, quedando únicamente la muralla y su cerca, así como dos torres descubiertas. Estas torres no se saben si se añadieron después o pertenecen a la época ibérica.
Más adelante la muralla quedó integrada como muro perimetral en un edificio doméstico sirviendo de cerramiento al patio.
Fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1931 y restaurada en 1987 por la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía.
